Noticias / Semblanza de Javier Fernández (p.1982), presidente del Sporting en la prensa
Su mejor aliado ha sido Abelardo y sus guajes, que obraron el doble milagro del ascenso y la permanencia.
Esta Noticia fue editada el: 04-07-2016

Semblanza de Javier Fernández (p.1982), presidente del Sporting en la prensa max-width=

(La Nueva España)

JAVIER FERNÁNDEZ | PRESIDENTE DEL REAL SPORTING DE GIJÓN

Dueño de sus acciones

El lateral cumplidor del Inmaculada, hombre de ciencias, ahorrador y tímido, tiene en el Sporting que ahora preside una experiencia vertiginosa

Víctor RIVERA - No es fácil reconocer en el nuevo presidente del Sporting a aquel hombre tímido que entró en el consejo de administración rojiblanco casi obligado por su destino, por su entonces amigo Alfredo García Amado y por las acciones de su padre. Tras unos años de estudio y tanteo, Javier Fernández Rodríguez (Gijón, 51 años) ha tomado el mando. "El club es Javier", en definición acertada que se suscribe dentro y fuera de la entidad y que resume la nueva situación institucional. Más allá de lo deportivo, donde Nico y Abelardo son totalmente independientes, con la única limitación de lo económico, el máximo accionista tiene siempre la última palabra. Es el dueño y será el responsable, para bien o para mal, del destino inmediato de la institución.

Hace apenas unos días, Javier Fernández dio el paso definitivo al despacho presidencial. Se resistió durante un tiempo a retirar el parapeto, pero finalmente asumió terminar con el sinsentido anterior. Antonio Veiga captó las primeras indirectas y se hizo a un lado, para dejar paso al dueño. Desde los tiempos de su padre, José Fernández, nadie ha concentrado tanto poder.

Para llegar a la situación actual, tuvo de quemar varias etapas. La primera fue de estudio y formación. Para un hombre de ciencias (es ingeniero de caminos, canales y puertos por la Universidad de Cantabria y con un máster en administración de empresas por la Universidad de Georgetown, en Washintong), que gusta de controlar cada detalle en su empresa de obra civil, industrial y subterránea, el primer acercamiento al mundo del fútbol fue como un salto al vacío. Un descontrol. Un frenesí. Otra forma, en fin, de entender la vida, el deporte y las negociaciones, en las que se manejan con absoluta frivolidad cifras groseras. Demasiado para un tipo con fama de vigilar cada euro y de andar apagando las luces por los pasillos de Mareo.

Hasta ese momento, su relación con el fútbol no iba más allá de aquellos partidos como lateral derecho cumplidor en el colegio de la Inmaculada y del sufrimiento de cualquier sportinguista en su butaca de El Molinón. Los primeros meses fueron, para él, de un asombro continuo. Aquel Javier Fernández preguntaba mucho, pedía opiniones y consejos y escuchaba a todo el mundo. Hoy sigue siendo un directivo peculiar, al que no le gusta el primer plano y que siempre encuentra un espacio para atender a su mujer y sus dos hijos. La relación con los medios de comunicación siempre ha sido su asignatura pendiente, incapaz de comprender que el Sporting no es una empresa al uso y que mueve sentimientos. Pero es ya, a todos los efectos, el brazo ejecutivo del club.

El primer gran partido lo jugó en casa. Cuando vio cómo funcionaba el Sporting (o cómo no funcionaba), Javier Fernández decidió tomar el control. Sin matices, sin concesiones. Lo primero era regatear a la sombra de su padre, quien siempre había mantenido la última palabra. Javier le reclamó el derecho a equivocarse y le planteó que sólo seguiría adelante si su mando era real, si era él quien decía amén. Cuentan que hace tiempo ya que en las reuniones familiares no se habla de fútbol. El siguiente paso, quizá el más doloroso, fue el de prescindir de García Amado, cuya cabeza le fue entregada al sector más crítico del sportinguismo como el gran símbolo del nuevo Sporting que estaba por venir.

Un año después del sacrificio, hay que reconocer que Javier Fernández ha conseguido reconducir la situación económica de la entidad, que se acerca a velocidad de crucero al saneamiento económico, y la relación con las principales asociaciones discrepantes. Su mejor aliado ha sido Abelardo y sus guajes, que obraron el doble milagro del ascenso y la permanencia en un momento crucial por la aprobación del real decreto/ley que regula el reparto de los derechos de televisión.

Para completar el proceso, Javier Fernández creó un círculo reducido de confianza (Javier Martínez y Ramón de Santiago) y una estructura que reparte responsabilidades entre sus aliados en un sentido algo más amplio. Nico Rodríguez, Fernando Losada y Carlos Barcia, seguramente el hombre que ha conseguido cambiar el criterio del nuevo dueño de una forma más evidente, estarían en este segundo peldaño. El nuevo presidente mantiene también una especial relación con Abelardo, como ha reconocido el Pitu en numerosas ocasiones, aún a sabiendas de lo impopular que resulta esa amistad.

Los principales reproches que le llegan apuntan a la lentitud en la ejecución de sus decisiones. El último ejemplo es la vuelta de Fernando Losada. Algo que Javier Fernández tenía claro desde hace un año, como informó este periódico, pero que no se sustanció hasta hace un mes. O la redimensión del departamento de comunicación que se está realizando en este momento.

No hay dudas sobre su peor momento en el club. El proceso de venta frustrado que negoció él mismo en exclusiva, en especial el incidente con el fondo de inversión inglés que supuestamente representaba Omar Zeidán, le desgastó de forma evidente. Así como la incapacidad para solventar el impago de las nóminas a empleados y futbolistas. El fichaje de Nico Rodríguez, en plena disputa de la promoción de Las Palmas y justo unos días antes de que se conociese la sanción que impedía fichar al equipo por segundo año consecutivo es otro asunto a debate. A su favor está el haber reconducido la relación con la Agencia Tributaria, donde saltaban las alarmas cada vez que llegaban los emisarios del Sporting.

Javier Fernández sueña con un club saneado y en continuo crecimiento deportivo. La apuesta por Abelardo renovado en los dos últimos veranos con un contrato largo, merecido y envidiado en el sector de los entrenadores apunta hacia la estabilidad deportiva. El 36º presidente en los 111 años de historia del club será juzgado con severidad por sus antecedentes familiares. Es el dueño de las acciones, pero quiere demostrar que también es dueño de sus actos.

Foto Angel