Noticias / Ha fallecido Juan González Moriyón (p. 1969), referente de la arquitectura en Gijón
"Su herencia quedará para siempre en decenas de rincones de la ciudad que lo vio nacer, crecer y triunfar."
Esta Noticia fue editada el: 28-12-2020

Ha fallecido Juan González Moriyón (p. 1969), referente de la arquitectura en Gijón max-width=

(La Nueva España)

Fallece Juan González Moriyón, gigante de la arquitectura gijonesa y sobresaliente urbanista

Redactor del primer plan de ordenación, trabajó en la reforma del teatro Jovellanos, el Nicanor Piñole, la plaza de Europa y el puerto deportivo

Eloy Méndez Gijón | No quedó un solo rincón del poliédrico cosmos de la arquitectura que no transitase Juan González Moriyón con su pasión profesional y sus ideas de nuevo cuño. Avezado urbanista, convencido luchador por la conservación del patrimonio asturiano y precoz defensor de un tipo de edificación sostenible y respetuosa con el entorno, pocos gijoneses han dejado una impronta tan tangible en su ciudad como él. Fue uno de los padres del primer Plan General de Ordenación en la democracia, copartícipe de la regeneración de Cimadevilla e impulsor de la reforma del puerto deportivo y Fomento, por citar sólo tres ejemplos de calado. Ayer, a los 68 años, falleció tras una larga enfermedad. Deja viuda, Ana Hernández Cabezudo, dueña de la popular tienda de decoración Joseph, en la calle Los Moros; y dos hijos: Guillermo, ingeniero informático en Canadá, y Paula, arquitecta en Francia. “Más allá de lo laboral, fue un hombre extraordinariamente cálido y cercano. Se hacía respetar de palabra y acción”, acertó a indicar a media tarde, emocionado, su cuñado y jefe de Obras Públicas en el Ayuntamiento, Javier Hernández Cabezudo, con el que trabajó en varios proyectos.

Aun a riesgo de la metáfora fácil, González Moriyón, que nació el 18 de junio de 1952 y cursó estudios en el colegio de la Inmaculada, fue un pilar de la transformación contemporánea de Gijón desde muy joven. Obtuvo la titulación universitaria en la Escuela Superior de Sevilla, especializado en urbanismo, y nada más recoger el diploma en 1978 regresó a su ciudad, que ya nunca dejó. Fue poco después, ya en los ochenta, cuando entró a formar parte del equipo encargado de elaborar el Plan General de Ordenación Urbana, junto a profesionales de renombre como Ramón Rañada y José Ramón Menéndez de Luarca, asumiendo el catálogo y los temas sobre suelo no urbanizable. Más tarde, se embarcó en el plan especial de reforma interior (PERI) de Cimadevilla, liderado por Francisco Pol y que cambió la fisionomía del barrio alto. “Sus conocimientos de urbanismo eran muy extensos”, indica Hernández Cabezudo.

Los aplicó a uno de los proyectos que más orgullo le inspiraba: la reforma integral del puerto deportivo, pagada por la Autoridad Portuaria. De aquel diseño, salieron las barandillas blancas junto al mar y las farolas con sombrero, estampa icónica de la ciudad. Su ingenio también contribuyó a alumbrar la reforma del entorno de Puerta de la Villa, con una remozada plaza de Europa, y puso su talento al servicio de Sogepsa para el primer desarrollo de Montevil, cuando Gijón crecía por el Sur a pasos agigantados a finales del siglo XX.

Pero no sólo el urbanismo se benefició de la maestría de González Moriyón. Arquitecto solidario, acostumbrado a compartir proyectos con colegas, realizó una vasta labor en favor de la recuperación del patrimonio. Una faceta que perfeccionó junto al matrimonio formado por Fernando Nanclares y Nieves Ruiz, con estudio en Oviedo. “Siempre estuvo muy interesado en la cultura asturiana. Tenía un estilo moderno, pero estaba atento a las cuestiones tradicionales”, asegura Nanclares. De esa pasión surgieron elevadas rehabilitaciones: la de la antigua sede del Banco de España para su conversión en la actual Presidencia del Principado, la de varios edificios del modernismo gijonés en la plaza del Instituto, la de las iglesias rurales de Santa María de Sebrayo (Villaviciosa) y San Pedro de Teverga, la del faro de Ribadesella, la del Museo Nicanor Piñole, la del teatro Jovellanos, la del monasterio ovetense de Las Pelayas y la de la antigua fábrica de La Curtidora, en Avilés, mutada en vivero de empresas. Por este último trabajo obtuvo el premio “Julio Gutiérrez Carbajal” en 1991. También lleva su huella la remodelación de la Quinta La Vega, en Jove, y el plan de protección del casco histórico de Pravia.

Otro de sus estrechos colaboradores fue José Ramón Fernández Molina, desolado ayer por la pérdida. “Siempre que se le necesitaba, acudía como un buen samaritano. Era la bondad personificada”, cuenta. Ambos alumbraron, con financiación del Gobierno autonómico de Pedro de Silva, la reforma de la Casona de Mestas, en Ponga, proyecto estrella de las primeras campañas de promoción turística en Asturias. Y, en 1994, firmaron a dos manos la obra “La Arquitectura del hierro en Asturias: trece mercados y otros edificios urbanos”, texto sagrado para todos los especialistas y aficionados a este tipo de construcciones. “Trabajar a su lado era un placer. Nadie hablaba mal de él y eso no es fácil”, indica su compañero y amigo.

El legado de González Moriyón, que tuvo despacho en la calle Cabrales, tampoco anda escaso de obra nueva. Levantó edificios bajo criterios bioclimáticos hace dos décadas, cuando casi nadie impulsaba ni mucho menos imponía esta “doctrina”. Ejemplo paradigmático de su sensibilidad medioambiental son las oficinas de Emulsa, en Roces (junto a José Luis Pérez Lozao), y la cámara de llaves de la EMA, en La Perdiz. Idéntico conocimiento aplicó a las viviendas unifamiliares que diseñó en diferentes puntos de Asturias. Su espina clavada, relatan sus familiares, fue un moderno invernadero en el Jardín Botánico de Gijón, frustrado por la llegada de Foro al gobierno local, con los planos ya sobre la mesa.

Su intensa implicación profesional le empujó a asumir responsabilidades en el Colegio de Arquitectos de Asturias, donde ocupó cargos entre 2012 y 2017, llegando a ser vicedecano y vocal de Asuntos Tecnológicos. “Fue un excelente compañero, siempre ligado a Gijón y a su transformación”, asegura José Ramón Puerto, actual vicedecano. “Era paternal. Un hombre callado, que sabía escuchar y que hablaba desde la autoridad y el sentido común”, añade. Así se ganó el respeto de sus compañeros, hasta el punto de que fue el más votado en unas elecciones nominales ocupando el número dos de una candidatura. “Habría sido decano si él hubiera querido”, añade Puerto. Tampoco quiso convertirse en director general de Urbanismo y Planificación del Principado, puesto que rechazó, tras darle muchas vueltas, según testimonio de sus allegados.

La muerte de González Moriyón, que también fue galardonado con el Premio Asturias, cierra una etapa decisiva para la transformación de Gijón y deja a la arquitectura regional sin uno de sus referentes cumbre. Admirado en lo profesional y querido en lo personal, los suyos lo despedirán hoy, a las 18.00 horas, con un funeral en la iglesia de San Pedro. “Se va uno de los grandes”, lamentaba ayer su eterno compañero de viaje Fernando Nanclares. Su herencia quedará para siempre en decenas de rincones de la ciudad que lo vio nacer, crecer y triunfar.

Foto Angel