Escudo histórico de la Asociación (1917–1932)
No son muchos los datos que de este escudo tenemos. Al margen del de Loyola o del propio del Colegio por entonces, se sabe que la Asociación de Antiguos Alumnos del Colegio de la Inmaculada utilizó en los años veinte y treinta un escudo propio. Este escudo, cuyo diseño se debe al H. Prudencio Urbina S.J., nació en 1917 y estuvo vigente hasta el cierre del colegio en 1932.
De forma ovalada y terciado en palo, siendo el primero y tercero de gules o rojo, y el intermedio de oro, representa los colores de la bandera de España en sentido vertical. Sobre este campo se situaba la Cruz de la Victoria, de oro, guarnecida con piedras preciosas de su color natural, y las letras alfa y omega, también de oro, pendientes de sus brazos diestro y siniestro respectivamente. Se representaba así la tierra asturiana dentro de este escudo.
Finalmente sobre este conjunto, y ocupando el centro del escudo, se incorporaría el tema principal: un losange con la imagen de la Inmaculada Concepción. Todo el escudo estaba rodeado del Toisón de oro con la corona real en su parte superior, cerrada, engastada con piedras preciosas, compuesto por ocho florones de hojas de acanto, visibles cinco, y forrada de gules o rojo. Si bien no es conocida la razón exacta de la incorporación de estos atributos propios de la Corona Española al escudo de la Asociación, está documentado que los antiguos alumnos y el Colegio mostraban, en aquella época, una especial admiración y apoyo a la Monarquía.
Escudo de la Unión Mundial (1939-2008)
En la actualidad, no existen datos que demuestren que el antiguo escudo siguiera siendo usado tras la guerra civil. El escudo de armas de San Ignacio de Loyola, ya presente en la bandera desde su creación en 1928, pasaría a ser el emblema de la Asociación. Está oficialmente considerado el escudo de todos los antiguos alumnos del mundo, entre los que nos encontramos los del Colegio de la Inmaculada de Gijón.
El escudo de armas simplificado de San Ignacio se muestra partido en dos cuarteles. Los dos linajes principales que concurren en él son los de Oñaz y Loyola. Estas armas están cuidadosamente descritas en el documento por el que Don Martín García de Oñaz, hermano de San Ignacio y heredero del señorío, solicitaba su constitución en Mayorazgo Real el 15 de marzo de 1536.
El primer cuartel es de los Oñaz, por ser el solar más antiguo. Tiene siete bandas diagonales de gules, de izquierda a derecha, sobre campo de oro. Según ha explicado Cándido de Dalmases, las siete barras simbolizan a “siete hermanos”, todos ellos de la quinta generación anterior a la de San Ignacio, que participaron en 1321 en la batalla de Beotivar, en la que supuestamente un reducido grupo de guipuzcoanos “derrotó a las tropas de los gascones y navarros, capitaneados por Ponce de Morentain”. En recompensa, el Rey de Castilla Alfonso XI les concedió las siete bandas rojas sobre oro. El nombre de Oñaz viene de una antigua casa solariega que surgía de la loma de Oñazmendi desde el siglo XII.
El segundo cuartel es el del solar de Loyola. Ostenta una caldera suspendida con dos lobos rampantes a ambos lados, en campo de plata. Los lobos, en heráldica, simbolizan arrojo en la guerra. Se suelen aplicar al apellido López. Al respecto, conviene recordar que San Ignacio firmó en su juventud como “Íñigo López de Loyola”.
El caldero puede aludir a la desahogada situación económica de los Loyola. El solar de Loyola, aunque menos antiguo que el de Oñaz, disfrutaba de mayores rentas y posesiones. De la olla se dan también otras interpretaciones. Una, indica que el que lo ostenta en su escudo es capaz de poner en pie de guerra y sustentar por su cuenta a una mesnada; es decir, a todo un cuerpo armado. Otra, que es alguien que ha conquistado una fortaleza entrando hasta su mismo corazón; es decir, hasta su cocina. Podría tratarse también de unas armas parlantes: «lupus in olla» (lobos en olla) = Loyola. Queda patente que la simbología heráldica muchas veces no tiene un significado preciso y, en otras ocasiones, lo esconde celosamente.
Escudo actual de la Asociación (desde 2009)
En el año 2009, ante la carencia en la Asociación de un escudo propio, que sirviera de rasgo identificativo, se entendió llegado el momento de asumir un proyecto de estudio, búsqueda y creación de una identidad corporativa e institucional.
Sin querer retomar el escudo histórico, por considerarlo insuficientemente representativo de la Asociación de Antiguos Alumnos de Gijón, se decidió apostar por la creación un emblema más sencillo y moderno. Hasta ese momento, los dos posibles escudos a utilizar, el del Colegio y el de la Unión Mundial de Antiguos Alumnos, carecían de representatividad exclusiva y expresamente distintiva para Asociación. De tal manera que se optó por su suma, de manera armonizada, evitando la redundancia y fieles a la base semiológica, en forma y contenido.
El responsable del diseño fue el antiguo alumno, y experto vexilólogo, José Carlos Alegría. Partiendo de un escudo cuartelado fusionó las armas de Loyola con las del Colegio. Así se distribuyen en la primera y tercera partición las armas de Oñaz y Loyola respectivamente. La segunda partición representa la villa de Gijón. Recibe la figura de Don Pelayo que configura las armas municipales desde al menos 1649, aunque con variaciones a lo largo del tiempo, el escudo actual es, según el pleno del Ayuntamiento de 2 de diciembre de 1949, “la efigie del Rey Pelayo con la Cruz de la Victoria; y (…) ha de llevar la Cruz de la Victoria en la mano izquierda, y la espada desenvainada hacia abajo en la mano derecha. Se acuerda que la Cruz ha de llevar báculo”. Se solicitó entonces al artista gijonés Iván Fernández Candosa la realización del diseño del escudo aprobado, presentando éste el actual escudo de armas.
Finalmente en el último cuartel se simboliza a la Virgen Inmaculada a través de los lirios blancos en campo de azur o azul. El lirio es imagen alegórica de la pureza y de lo inmaculado, es por esto que se vincule con la imagen de la Virgen. Ya en el Cantar de los Cantares aparece la figura del lirio que nace entre las rosas o entre las espinas, que los teólogos identifican con una profecía sobre la Virgen. No sería, sin embargo, hasta el 8 de Diciembre de 1854 cuando se recibiría como dogma de fe la Inmaculada Concepción de María, con la publicación de bula Ineffabilis Deus del papa Pío IX.