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Esta Noticia fue editada el: 26-08-2013

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Información de la Red Ignaciana de Asturias, RIA: 

No es frecuente que aproveche la plataforma de la RIA para expresar opiniones personales, pero lo ocurrido en Roma el pasado 31 de julio y mi devoción personal hacia el P. Pedro Arrupe hacen que me permita esta licencia. El correo de la RIA del 1 de agosto contenía, además de las palabras de bienvenida del P. Alonso Nicolás al Papa Francisco y la homilía de éste en la celebración del día de S. Ignacio, una foto que para mí tiene mucho más alcance que el de una mera reseña fotográfica: el Papa Francisco se acercó a la sepultura del P Arrupe en el Gesú a rendirle homenaje, depositando al pie de la misma un ramo de flores. Podría parecer un acto protocolario, pero en mi opinión no es así, como me permito tratar de explicar a continuación:

ARRUPE EN EL GESÚ: DE UNA LLEGADA EN SILENCIO A UN HOMENAJE PAPAL

(Al escribir este artículo quiero recordar a los padres Cristóbal Sàrrias, Pedro Miguel Lamet y Norberto Alcover que me contagiaron su "arrupismo")

Al fallecer Pedro Arrupe el 5 de febrero de 1991, "por razones de estricta prudencia temporal pero no menos de sabia templanza eclesial, sus restos reposaron en el panteón de la Compañía de Jesús en el cementerio de Campo Verano, cercano a la ciudad temblorosamente eterna", hasta que en el verano de 1997 aprovechando aletargamiento que provoca la climatología estival en la ciudad, estos restos se trasladaron a la Iglesia del Gesú de Roma, donde "fueron depositados en el templo más emblemático de los jesuitas, pero en silencio, sin producir inútiles molestias, en un soberano gesto de pulcra delicadeza" (ambas citas son del artículo de Norberto Alcover, titulado "Momento de Pedro Arrupe", publicado en El País el 14 de noviembre de 1997) .

Una vez traslados los restos se esperó calladamente hasta el 14 de noviembre de 1997, festividad de S. José María Pignatelli y 90º aniversario del nacimiento de Arrupe, para celebrar en dicha Iglesia del Gesú el traslado, con una Eucaristía presidida por el Superior General P. Peter Hans Kolvenbach, en cuya homilía señaló: "También el P. Arrupe fue probado en su amor a la Iglesia: Su esfuerzo por renovar la Compañía, conforme al ritmo dinámico del Vaticano II, encontró incomprensión por parte de algunos e incluso intervenciones por parte de la Iglesia, a la que el amaba con corazón ignaciano. Ambos, S. José Pignatelli y Pedro Arrupe, se adentraron en el misterio de una voluntad de Dios que exige sacrificios por la vida de la Iglesia y que algunas veces impone el deber de sufrir con amorosa humildad, a manos de la Iglesia".

Bastantes años más tarde, en 2007, con motivo de la presentación en Asturias del libro "Pedro Arrupe, General de la Compañía de Jesús", el P. Ignacio Iglesias, uno de los principales colaboradores del P. Arrupe, en conversación privada con el P. Díaz Baizán y con Javier Gómez Cuesta, a mi pregunta sobre el posible proceso de beatificación del P. Arrupe, nos respondía que aún no era el momento ya que en una parte de la Curia Vaticana seguía suscitando los mismos recelos y desconfianzas hacia su persona como ya había padecido en vida.

No casualmente el P. Kolvenbach, dedicó su última comparecencia pública en España antes de hacerse efectiva su dimisión ("P. Arrupe: Profeta de la renovación conciliar", conferencia pronunciada el 13 de noviembre de 2007 en la Universidad de Deusto), a una ardorosa justificación de cómo todas las decisiones y actuaciones del P. Arrupe durante su generalato habían sido consecuencia de su estricta fidelidad al Concilio Vaticano II ("el Padre Arrupe al final de la Congregación confiesa que él deseaba comprometerse en total y plena fidelidad al Concilio Vaticano II"), a la lealtad y obediencia a los Papas ("el Papa Pablo VI en 1974 había designado a la Compañía de Jesús como el lugar en el que la novedad del Concilio debería tomar forma"... "todo lo que el Padre Arrupe ha realizado ha sido una respuesta fiel a la llamada del Papa Juan Pablo II quien decía en 1982 que la Iglesia esperaba hoy de la Compañía que contribuyera eficazmente a la puesta en práctica del Concilio Vaticano II, que de este modo hiciera avanzar a toda la Iglesia sobre la vía trazada por el Concilio y que convenciera a los que por desgracia se hallaban tentados por los caminos del progresismo o del integrismo "), y su amor y entrega a la Iglesia, en implícita respuesta a la negativa opinión subsistente en la Curia Vaticana sobre la magna, aunque por muchos poco querida, figura del P. Arrupe.

Prudencia, templanza y delicadeza de la Compañía de Jesús, mantenida durante muchos años, que ahora se ha visto recompensada por el homenaje tributado en forma de ofrenda floral por el Papa Francisco al P. Arrupe, con motivo de su presencia en la celebración de San Ignacio celebrada en la iglesia del Gesú el pasado 31 de julio, que también nos ha llenado de satisfacción a todos los que admiramos y apreciamos al llamado "testigo del siglo XX, profeta del XXI" (Pedro Miguel Lamet) o "un hombre para la utopía (Norberto Alcover). Gesto del Papa Francisco que es más que una imagen, ya que entiendo significa la liberación de la figura del P. Arrupe del aislamiento al que ha estado sometido durante todos estos años en el entorno del Vaticano, y que incluso puede dar pie a que se inicie próximamente el proceso de su beatificación.

Chema Cabezudo

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Foto Angel