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Esta Noticia fue editada el: 15-10-2013

El padre Máximo González fue un lider max-width=

La tertulia Amigos de El Natahoyo premia al Hogar de San José tras 70 años de dedicación a la infancia y juventud en riesgo de exclusión.

 Oscar Cuervo/Gijón
 

«-Quiero cuatro kilos de garbanzos, dos de chorizos y siete litros de leche.

-¿Desea algo más?

-No.

-Son 500 pesetas.

-¡Pues que Dios se lo pague!».

A Cipriano Díaz, actual director de la Fundación Hogar de San José, aún le sale una sonrisa cuando recuerda los métodos que el padre Máximo González, fundador del mismo hogar, tuvo que emplear para poder sacar adelante a los más de 100 chavales que «se echó a la espalda en la posguerra y que antes vivían en portales y vagones». Eran, casi todos, huérfanos de la guerra. «La mayoría, del bando republicano. Le pusieron muchas zancadillas por ello. De todas formas, el padre Máximo fue un líder en el barrio», comenta Secundino Cipitria, de Amigos de El Natahoyo, una tertulia que hoy a mediodía se reunirá por vigésima vez en el restaurante Savannah para recordar los viejos tiempos del barrio y homenajear a la Fundación Hogar de San José por su buen hacer en las últimas siete décadas.

250 chavales al año

Las cosas han cambiado si se las compara con las que sucedían en plena posguerra. «Ahora tenemos la línea residencial de atención a la infancia y juventud, de régimen abierto para tratar casos de fracaso escolar, y de inserción laboral a través de una empresa que creamos, IMENA (Inserción de Menores Extranjeros No Acompañados), que se dedica a la reforma de edificios y muebles antiguos. Estamos al servicio de quien nos contrate», explica Cipriano Díaz. Entre todos los proyectos, la Fundación Hogar de San José trabaja con alrededor de 250 niños y jóvenes a lo largo del año, de los que 60 son residentes.

Sus orígenes, explica Díaz, ya no están en la orfandad. «Muchos son menores extranjeros que llegaron a España sin sus padres. El Estado les procura protección para que puedan integrarse en un futuro. Cuando se hacen mayores de edad, les dan la documentación. Por desgracia, también atendemos casos de gran necesidad, que se agravan por culpa de la crisis, además de abusos y violencia contra la infancia», lamenta. «Ya no hablamos de un orfanato, como era antes. La mayoría de los chavales tienen padres», añade.

Foto Angel