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Esta Noticia fue editada el: 15-10-2013

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GRACIAS, NATAHOYO

"A las 8 de la noche se prsentaron dos señoras con cinco huérfanos de padre. La madre estaba en el hospital y los niños en una choza de El Llano durmiendo sobre paja, mojados. Con ellos se estrenaron las mantas y colchones llegados de Madrid para el Internado..." (Diario del P. Máximo González, Fundador del Hogar de San José. Anotación del 10 de enero de 1973).

El homenaje del 5 de octubre que tan afectuosamente ha hecho la Asociación Amigos de El Natahoyo a favor del Hogar de San José nos ha hecho recordar, por si lo teníamos un poco olvidado, que formamos parte de la historia de este entrañable barrio de Gijón. Es posible que el Hogar hubiera existido en otro lugar de la ciudad, porque después de todo cada institución es hija de sus circunstancias, pero El Natahoyo, en buena parte, ha marcado su impronta social en estos setenta años de existencia.

El Natahoyo nos acogió y nos apoyó, y el Hogar contribuyó al bienestar del barrio abriendo su escuela y compartiendo "pota" con los chicos de la zona en los difíciles tiempos de la posguerra. Generosidad y reconocimiento mutuo han marcado su coexistencia. ¡Cómo no recordar el bendito dispensario del padre Montero!

Para el Hogar, el Natahoyo siempre han sido sus colegios, su centro de salud, sus instituciones de ocio y tiempo libre, sus tiendas, farmacias, asociaciones vecinales, culturales y deportivas. Pero muy especialmente sus vecinos, su cercanía, su esfuerzo económico como socios y los muchos favores y trabajos que hicieron por nuestro "nenos" durante décadas. Aún se recuerda el día que inauguraron las nuevas instalaciones en los años ochenta: allí se acercó una legión de vecinos y vecinas a rascar suelos, limpiar y fregar para dejar operativo el nuevo edificio. Como antes se habían acercado tantas mujeres a ayudar en ropería, a repasar ropa, zurcir y salir al paso de necesidades tan urgentes como cotidianas.

Fe ese vínculo de Hogar y vecindad, quiero traer la anécdota que nos narra el Padre Manuel Carrera: "alguien llamó a la puerta de mi despacho. Era una mujer más bien mayor, de aspecto muy humilde. Antes de que dijese nada, di por supuesto que venía a pedir una ayuda... Me equivoqué, porque en realidad venía a dar un donativo de 50 pesetas... Charlamos un rato sobre los pobres niños del Hogar y se marchó. No habían pasado ni cinco minutos cuando volvió a llamar. Me dijo que camino de casa, pensando, se había da cuenta de que 50 pesetas en aquellos tiempos no daban para nada. Así, aunque podía dar poco, había vuelto para dejar otras 25 pesetas. El detalle ya me conmovió entonces, pero lo hizo aún más cuando, andando el tiempo, me enteré por casualidad de que aquella mujer llegaba con dificultad a fin de mes y que tenía con ella a alguno de sus hijos sin trabajo y con algún problema más... No fue el donativo más cuantioso que recibí, pero fue, sin duda, el más grande".

¡Benditas vecinas!

El barrio de El Natahoyo era en las primeras decadas del Hogar un barrio obrero adosado a los astilleros, a la fábrica de Moreda, a los pequeños talleres; barrio de sirenas madrugadoras y grúas; de calles tortuosas y encharcadas, de "cuarteles" ("calles") obreros estrechos donde un grupo de familias compartían un baño común. Vías del tren, olor a carbonilla y la estación de Renfe.

La realidad actual es un barrio marcado por el desmantelamiento industrial y, en parte, por el desempleo, pero también por una nueva urbanización y la pujanza combativa de sus movimientos vecinales, asociativos, culturales, sindicales, deportivos y de montaña. Todo lo que es ahora nación del impulso de siempre de sus gentes y su solidaridad. 

Gracias a la Asociación de Amigos del barrio que nos recuerda quienes somos y de dónde venimos. El Hogar se llama ahora Fundación Hogar de San José y es un poco distinto de aquel centro de los años ochenta. Nuestros niños y niñas ya nos son huérfanos en su mayor parte, sino chicos y chicas en grave indefención familiar y social; ya no son solamente asturianos o nacionales, tambien tenemos con nosotros menores inmigrantes. Niños y niñas que necesitan ser acogidos y acompañados en su itinerario educativo y social hasta su madurez, buscando un equilibrio psicológico que restañe las heridas del pasado. Ahora, como entonces, luchamos por reducir su vulnerabilidad y lograr niveles suficientes de integración social y laboral.

Gracias vecinas y vecinos en nombre de todos los 'nenos de el Natahoyo', como siempre os gustó llamar a esta familia hogarina. ¡Qué Dios os bendiga!.

Foto Angel