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Esta Noticia fue editada el: 20-11-2013

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Desde la RIA, Red Ignacian el artículo Sabios según Dios que publica hoy La Nueva España, escrito por el P. Cipriano Díaz Marcos, SJ, en recuerdo de los mártires de El Salvador. 

LA NUEVA ESPAÑA

Cipriano Díaz Marcos Fundación Hogar de San José 

En noviembre de 1989, durante el desarrollo de una ofensiva guerrillera sobre la capital de San Salvador, en plena guerra civil, el ejército irrumpió en el campus universitario de la Universidad Centroamericana (UCA) y asesinó a sangre fría a seis profesores jesuitas y a dos mujeres que trabajaban en el servicio doméstico de su residencia. Aquel brutal asesinato conmovió al mundo entero.

¿Por qué sigue teniendo importancia recordar a los mártires de la UCA veinticuatro años después de sus muertes? Porque la comunidad cristiana, que es comunidad de memoria, necesita volver sobre los relatos que la fundamentan para seguir renovando su compromiso de fe en la defensa de la justicia. Historias que la rescatan de la amenaza del olvido y la ayudan, sobre todo, a recuperar la solidaridad con los pobres, sin cuya cercanía la tarea de la Iglesia quedaría viciada.

Aquellas hermanas y hermanos nuestros se tomaron la realidad en serio y la analizaron hasta desvelar la crueldad de una cultura del capital que convierte a grandes colectivos en náufragos sociales, sin puerto alguno donde amarrar su esperanza. El ejercicio docente de aquellos profesores universitarios consistió básicamente en ayudar a desencubrir la doliente verdad del continente americano desde un punto de vista subversivo.

Jon Sobrino hacía notar que el sentido de las palabras subvertir y subversivo venía a ser algo así como darse una vuelta por abajo. Y esa fue la subversiva idea que les llevó a crear la Cátedra de la Realidad Nacional en la UCA: para que los universitarios aprendieran a descubrir las cosas de abajo y poner sus herramientas conceptuales a producir "razón compasiva". Un ejercicio útil para pensar que algún día la paz con justicia sería posible en El Salvador si incluía a los de abajo.

Por este ejercicio de reflexión subversiva los asesinaron. Ya les habían amenazado en ocasiones anteriores, pero ellos respondieron como Jesús de Nazaret cuando le dijeron que Herodes le buscaba para matarlo: "decidle a esa zorra, que hoy y mañana seguiré curando; que hoy, mañana y pasado seguiré caminando". También ellos, a pesar de todo, siguieron empeñados en un ejercicio de defensa del pueblo que les parecía irrenunciable, día tras día.

Pelear a contracorriente no garantiza que el ejercicio de la verdad esté de esa parte, pero la posibilidad de equivocarse no puede hacer cesar la defensa de la justicia. Algo de eso les recordaba el P. Arrupe a los jesuitas de América Latina: "No quiero defender cualquier equivocación que podamos cometer, pero la mayor equivocación sería permanecer en tal estado de miedo a cometer errores que, simplemente, paralicemos la acción".

Los textos sapienciales bíblicos dicen que es sabio el justo, el que configura su vida según Dios; el que se hace testigo de la justicia. Esa fue la sabia cátedra donde se sentaron campesinos, sindicalistas e intelectuales salvadoreños. Todos ellos recibieron el elogio de Dios, fuera cual fuera su credo o ideología. Unos y otros cayeron como hojas en el jardín de El Salvador. Pero se hicieron camino de paz en medio de una noche fratricida y fueron destellos de un alba que apuntaba hacia una nueva realidad de país; inspirando también una historia más global.

Ahora se vuelven hacia nosotros para iluminar una nueva posibilidad. Por eso los recordamos con estas líneas y celebraremos hoy su memoria a las siete de la tarde, en la parroquia de San Esteban del Mar, en el barrio del Natahoyo.

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Foto Angel