Noticias / 25 Aniversario del fallecimiento del P. Segundo Llorente, S.J.
Esta Noticia fue editada el: 03-02-2014

25 Aniversario del fallecimiento del P. Segundo Llorente, S.J. max-width=

“Los jesuitas, cuando queremos hablar de san Ignacio, decimos «el magis» ignaciano: magis, una palabra latina que quiere decir más. San Ignacio siempre buscaba lo más; no lo bueno, sino lo mejor; no la gloria de Dios, sino la mayor gloria de Dios; no «servir» a nuestro Señor, sino distinguirse en el servicio a nuestro Señor. Siempre lo más. Y Segundo nació para «lo más»". (Prólogo del libro 40 años en el Círculo Polar escrito por Amando Llorente, que recopila una antología de escritos de su hermano Segundo Llorente)

El periódico Diario de León publica hoy el artículo El jesuita leonés que conquistó a los esquimales en memoria del P. Segundo Llorente Villa, SJ, de cuyo fallecimiento se cumplirán el próximo domingo veinticinco años. El P. Segundo Llorente, hermano del P. Amando Llorente Villa, SJ (fallecido el 28 de abril de 2010 en Miami; ver correo de la RIA del 29 de abril de 2010) y primo del P. Gumersindo Treceño Llorente, SJ (que reside en el colegio de la Inmaculada de Gijón, donde acaba de cumplir 101 años), fue muy conocido por su singular y heroica vida que ha quedado reflejada en los libros por él publicados, y cuya memoria sigue viva a día de hoy, como ha demostrado la cita que a su persona realizó el Papa Francisco en su intervención ante la Asamblea General de la Unión de Superiores Generales (USP) celebrada el pasado 29 de noviembre de 2013 (ver correo de la RIA del 5 de enero de 2014).


DIARIO DE LEÓN - 24/ENERO/1014

El jesuita leonés que conquistó a los esquimales

Carmen Tapia

Sólo vino una vez a España en 1963. El jesuita Segundo Llorente Villa, el padre Llorente, nació en Mansilla Mayor el 18 de noviembre de 1906 y murió en Spokane (estado de Washington) el 26 de enero de 1986. Pasó 40 años como misionero en Akulurak (Alaska), uno de los destinos más complicados de la época. Tenía talento como escritor y el relato de sus aventuras esquimales llegaban en forma de cartas y artículos a los seminarios y noviciados publicados en la revista El siglo de las Misiones y que después dieron forma a libros como En el país de los eternos hielosAventuras del Círculo Polar, En las costas del mar de Bering, En las lomas del Polo Norte, Crónicas Akulurakeñas o Trineos Eskimales. En total doce libros que se convirtieron en documentos de cabecera para toda una generación. El papa Francisco lo recordó recientemente: «Me vienen a la memoria las extraordinarias aventuras del jesuita español Segundo Llorente, tenaz y contemplativo misionero de Alaska que no solo aprendió el idioma sino que tomó el pensamiento concreto de su gente», dijo

El obispo de León, Julián López, celebrará el domingo una misa en la Basílica de San Isidoro a las 12.30 horas con motivo del veinticinco aniversario de su fallecimiento, aunque su cuerpo descansa en el cementerio en una reserva india dirigida por jesuitas, a unas setenta millas de Spokane, en una loma frente a las Montañas Rocosas. «Desde aquí al cielo. Allí nos veremos todos. Os quiero mucho», escribió en su testamento.

El padre Llorente entregó su vida para evangelizar a los esquimales, pero nunca olvidó a su familia. Poco antes de morir recibió la visita de uno de sus ocho hermanos, Amando, que se quedó maravillado cuando encontró entre sus papeles las fotografías de su familia. Todos, uno por uno, en cartulinas. «Todos los días antes de decir misa las veo, para pedir por todos».

Cuarenta años de vida en el Polo Norte que quedan para la historia en documentos con sus relatos y que resume así: «Por la mañana salgo de las mantas como oso de la madriguera. Enciendo una vela y me calzo las botas de piel de foca llenas de yerba seca para que los pies estén bien mullidos y no se enfríen más de los razonable. Enciendo la estufa y, si se heló el agua, derrito el hielo y me lavo. Abro la puerta, doy dos pasos y ya estoy delante del altar. Le digo al Señor lo que el padre del hijo pródigo le dijo al hijo menor: ‘Tú siempre estás conmigo y todo lo mío es tuyo’». Estas palabras las recuerda ahora su sobrino, Secundino Llorente, uno de los numerosos miembros de su familia —nueve hermanos, veintitrés sobrinos y más de un centenar de familiares que se reúnen frecuentemente— que conmemoran la fecha de su muerte con una misa en San Isidoro.

«Nada le impidió seguir su camino», asegura. De su carácter aventurero, solidario, «vigoroso y recio» da fe su familia. Secundino Llorente recuerda que, a los veintitrés años, sin saber una palabra de inglés, se fue a Estados Unidos a estudiar Teología y, «apenas fue ordenado sacerdote buscó en el mapa el lugar más recóndito y difícil en todo el mundo y obtuvo permiso para ir a Alaska, su ilusión más grande».

Se identificó tanto con los esquimales que cuando se celebraron las primeras elecciones libres en Alaska salió elegido como representante ante el congreso en Washington, convirtiéndose así en el primer en el primer sacerdote diputado de la historia.

Pero el objetivo del Padre Llorente no era éste, ni el de ser elegido, como lo fue por unanimidad, presidente del Club de los Fundadores de Alaska. «Estuve cuarenta años enseñando a los esquimales a hacer la señal de la cruz. Con eso me doy por contento», escribió.

SECUNDINO LLORENTE. SOBRINO DEL MISIONERO

«Estamos convencidos de la santidad de mi tío»

El sobrino y uno de los familiares más cercanos de la numerosa familia del misionero jesuita, Secundino Llorente, está convencido de la santidad del leonés. «Para mi familia no hay ninguna duda de que tío Segundo fue un santo. Una persona que dedica íntegramente su vida a llevar el Evangelio a la misión más difícil y arriesgada del momento ya merece una consideración especial». El padre Llorente aspiraba a la Santidad «y lo hacía sin remilgos, pero reconocía lo complicado de la empresa».

La familia tiene numerosos recuerdos del padre Llorente. «Sólo vino una vez a España en el año 1963. Recuerdo las reuniones familiares y la primera misa en su pueblo. Su visita supuso una verdadera fiesta familiar aunque la familia no fue el motivo de su visita a España sino que le obligaban a venir los jesuitas con el único propósito de suscitar vocaciones».

Secundino recuerda los relatos de su tío. «Cada amanecer en la vida del padre Llorente, durante los cuarenta años que pasó en Alaska, a uno y otro lado del río Yukón, fue una verdadera odisea. Cruzar los ríos helados, largos viajes en trineos tirados por perros, la vida en las chozas.... Pero si tuviera que seleccionar un relato me quedaría con Huérfano de padre de Crónicas Akulurakeñas. Es el momento en el que Segundo recibe de su hermano Amando la noticia de la muerte de su padre. Realmente conmovedor». El padre Llorente escribe: «Quedé petrificado. Solo en el cuarto me asfixiaba y salí a respirar la brisa norteña debajo del cielo estrellado. Sentado en el madero y sollozando solo, Dios no quiso que lo estuviera del todo. Blondy, la perra fiel, se me acercó con cara tan triste o más que la mía».

 Fuente: Red Ignaciana de Asturias (RIA)

 

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Foto Angel