Noticias / Entrevista a Santiago de la Fuente, párroco de la Inmaculada
Esta Noticia fue editada el: 25-09-2016

Entrevista a Santiago de la Fuente, párroco de la Inmaculada max-width=

(La Nueva España)

SANTIAGO DE LA FUENTE | Párroco de la Inmaculada, deja Gijón después de tres décadas

"El mundo se mejora con pequeños detalles, y el contacto con los buenos te hace bueno"

"La gente se desanima cuando alguien muere, cree que se acabó todo, y no señor, hay que celebrar los misterios de la fe"

I. PELÁEZ - El domingo 11 de septiembre recibirá un justo homenaje el jesuita Santiago de la Fuente (Santa Eulalia de Tábara, Zamora, 1933) que, a sus 82 años, dirá adiós a Gijón tras tres décadas promoviendo la fe, los valores de la Compañía de Jesús y ayudando a todos aquellos que lo han necesitado. Lo hizo en dos épocas, primero como maestrillo en el colegio de la Inmaculada (1960-1962) y, en una segunda etapa, desde 1987 hasta final de esta semana, como párroco de la Inmaculada (1987-1998) y en El Natahoyo, como Administrador Parroquial de Santa Olaya (1998-2008). Ante de su salida, de retiro a tierras salmantinas, los feligreses que han compartido fatigas con el párroco le despedirán con una misa, a las doce del mediodía y presidida por el Vicario Episcopal de Gijón y Oriente Adolfo Mariño Gutiérrez, en la iglesia de la Inmaculada. Hombre de pocas palabras, muchos hechos y ajeno a los halagos que le profieren los más próximos en las labores de acondicionamiento de la parroquia durante muchos años que le han visto desvivirse por los demás durante más de treinta años. Amigos y amigas que ya le echan de menos.

-Tres décadas en Gijón. ¿Cuál es el balance?

-He celebrado muchas decenas de ceremonias de bautizos, decenas de bodas, y cientos de funerales, celebrando la fe de la vida ante la muerte que es muy importante. La gente se desanima cuando alguien se muere y cree que se acabó todo, pues no señor, hay que celebrar los misterios de la fe y de la confianza en Dios. Todo es importante si se hace como se debe hacer. Ya está.

-Sucedió al padre Juan Lamamié de Clairac, ¿fue un reto?

-¿Un reto de qué? Había que continuar y continué. Y aquí estamos.

-¿Qué legado deja usted en Gijón?

-Dejo al pueblo de Gijón, a su playa san Lorenzo porque yo no me la llevo. Dejo muchos amigos pero también los tengo en Salamanca que es a donde voy. Algo me acordaré de aquí pero estaré centrado allí.

-Ha trabajo en la Inmaculada y el Natahoyo, distintas realidades sociales. El mensaje es el mismo pero, ¿cambia la forma de contarlo?

-Siempre hay que acomodarse a las circunstancias de la gente. Santa Olaya no es lo mismo que El Natahoyo. Santa Olaya es una parroquia muy pequeña en la que estaba muy contento, en la calle Ceriñola, estuve mucho tiempo. Luego en San Esteban del Mar y por último al colegio de la Inmaculada. Aquí estamos para servir a la gente y celebrar los acontecimientos de la vida a luz de la fe.

-Fue uno de los impulsores de los campamentos de verano para niños de la parroquia, ¿además de educación académica, buscan tutelar el ocio?

-Teníamos un campamento en Guisatecha, en León, que compramos con ayuda de la gente, con donativos. Fuimos muchos años y ahí dejamos nuestra huella. Entre otras cosas un pabellón para acoger gente. A los niños y a la gente hay que atenderla en todas las circunstancias en las que esté. Las puertas siempre estaban abiertas, unos daban donativos y otros iban gratis, nadie se quedaba sin ir.

-Cuentan sus allegados que a la puerta de la parroquia había un hombre, sin techo, al que usted regaló su chaqueta aduciendo que a él le hacía más falta. ¿Es cierto?

-El mundo se mejora con pequeños detalles. El mundo tiene que estar hecho con detalles y si no estamos con detalles no hacemos nada.

-¿Qué ha aprendido?

-De la bondad de la gente que es buenísima. Y el contacto con lo bueno te hace bueno.

-Si el día 11 le piden unas palabras ¿qué diría?

-No sé lo que me pedirán.

-¿Y si se le lo pido?

-Que siga el pueblo de Gijón tan majo como siempre, que la gente vaya mejorando y que se ayuden los unos a los otros porque eso es lo más importante, estar con ellos, acompañándoles y vivir la alegría de ser hermanos e hijos de Dios.

Foto Angel