Noticias / Entrevista a Faustino Suárez (p.1977), empresario, médico de familia y patólogo
“Hay compañeros de mi edad pensando en jubilarse; pero yo estoy listo para ponerme a trabajar”
Esta Noticia fue editada el: 13-04-2019

Entrevista a Faustino Suárez (p.1977), empresario, médico de familia y patólogo max-width=

(La Nueva España)

A los sesenta, médico en prácticas

El gijonés Faustino Suárez, licenciado en 1983 y empresario hasta 2009, finaliza su residencia como patólogo en Cabueñes

SANDRA F. LOMBARDÍA - Dos hitos marcarán este año la trayectoria vital del gijonés Faustino Suárez: cumplirá 60 años y finalizará, por fin, su residencia como médico patólogo. El veterano aprendiz, heredero de la denominada generación “baby boom” de médicos, se licenció en 1983 por la Universidad de Oviedo, pero la inmensa competencia y las escasas plazas disponibles impidió su incursión inmediata en el mundo laboral. Sin saber muy bien qué hacer, aceptó una oferta de trabajo de sus suegros, que tenían una empresa de distribución de gas. Lo que iba a ser “un currito para unos meses” acabó convirtiéndose en una actividad empresarial que se alargó durante 25 años, pero ahora se ha centrado en su verdadera vocación. “Hay compañeros de mi edad pensando en jubilarse; pero yo estoy listo para ponerme a trabajar”, sentencia.

Suárez reconoce que pese a haber dedicado buena parte de su vida al negocio de las gasolineras nunca creyó tener “alma de empresario”. “Tampoco sentí estar preparado para ello, pero la cosa fue creciendo y de golpe vi que tenía a varios empleados a mi cargo y que, si yo cerraba la empresa, se quedarían en la calle”, comenta. En el año 2009, cuando el médico se había hecho ya a la idea de que jamás ejercería “de lo suyo”, la empresa matriz de su negocio anunció una centralización de los servicios. “Pude vender mi parte sin poner en riesgo los puestos de mis antiguos empleados. Ahí vi la oportunidad de volver a la medicina”, resume.


Retomar su antigua carrera no fue fácil. Se deshizo de su negocio en el mes de abril y el siguiente examen para Médico Interno Residente (MIR) en Asturias era en enero del año siguiente. Suárez, que acaba de cumplir los 50, no quería perder más tiempo, pero tenía poco más de medio año para recordar un temario aprendido dos décadas atrás y recopilar todos los avances que el sector había descubierto en su ausencia. Se tomó el reto “como si fuese un trabajo” y se obligó a cumplir unos horarios estrictos. Durante esos meses se levantaba a diario a las siete y media de la mañana para sentarse frente al montón interminable de apuntes a las ocho. Estudiaba de seguido hasta la hora de comer y, por la tarde, acudía a una academia privada de preparación. Regresaba a su casa a tiempo para hacer un poco de deporte, cenar y ensayar lo aprendido con tests de prueba. Aguantar el ritmo acabó por sembrarle dudas. “Hubo un momento que vi que mis compañeros de clase, en su mayoría veinteañeros, me iban a sacar ventaja. Si no fuese por mi mujer, que me apoyó desde el minuto uno, no sé si habría continuado”, agradece. Su esposa es odontóloga y se presentó al MIR en el mismo año 83 que él. Ella sí logró su plaza y trabaja en el sector desde entonces. Uno de sus hijos ha seguido sus mismos pasos y está inmerso, ayudado por Suárez, en una tesis doctoral sobre tumores orales.

Prepararse el MIR a los 50 también tiene sus ventajas: los nervios propios de la juventud acaban por disiparse con el tiempo. “Yo ahí me vi más cómodo que mis compañeros. Es comprensible; un estudiante de Medicina de 28 años cree firmemente que si no se saca la plaza el mundo se va a acabar. Mi filosofía era mucho más tranquila porque a esas alturas yo sólo quería retarme a mí mismo. No hubiese pasado nada si hubiese suspendido”, reconoce. Al final no sólo aprobó el examen, sino que pudo elegir plaza (su única preocupación era tener que irse fuera de la región para trabajar) y se quedó como residente de médico de familia en el centro de salud del Natahoyo. Terminó su formación a los cuatro años establecidos. Era la primavera del 2014 y Suárez, con 54 recién cumplidos”, estaba listo para ejercer su verdadera profesión por primera vez en su vida. El inconformismo, sin embargo, pronto se apoderó de él. “Tenía ofertas de trabajo, pero el ritmo era muy itinerante. Cuando estás empezando te llaman para hacer sustituciones muy esporádicas y no puedes tener demasiada estabilidad personal”, razona. Decidió repetir el reto y presentarse otra vez al examen MIR, esta vez, para orientar su carrera a la anatomía patológica.

Los plazos volvían a estar ajustados, porque Suárez había terminado la residencia en mayo y la nueva convocatoria era otra vez en enero del año siguiente. Decidió apuntarse a la misma academia pero en la modalidad a distancia para poder compaginar sus estudios con algunas guardias esporádicas en el Hospital de Begoña. Volvió a sacar plaza y se hizo con el único puesto como residente de Patología de Cabueñes. Terminará este mes de mayo y coincidirá, más o menos, con su sexagésimo cumpleaños. “Esta especialidad es la gran desconocida de la rama médica. La labor de la patología, que es exclusivamente diagnóstica y avanza constantemente, permite afinar mucho los futuros tratamientos de los pacientes. Me apasiona”, asegura.

1983 El gijonés empezó a estudiar Medicina en la Universidad de Oviedo en 1977 y se licenció en el 83 junto a otros 10.500 estudiantes en España. Se presentó al MIR, pero no consiguió plaza.
2009 Tras 25 años como empresario, Suárez toma la decisión de vender su negocio y retomar su verdadera vocación. Decide presentarse al examen MIR, a sus 50 años, y logra su primera plaza.
2014 Terminada esta primera residencia como médico de familia, Suárez, ante la falta de estabilidad de sus ofertas de trabajo, decide presentarse de nuevo al MIR. Tenía 54 años.
2019 El médico terminará este año su última residencia y, ahora sí, espera poder ejercer “de lo suyo” hasta que se jubile. También está ayudando a su hijo a realizar una tesis doctoral sobre tumores orales.

Lo que sí le parece “gracioso” es la brecha generacional con la plantilla. “Mis compañeros de residencia tienen la edad de los hijos de los jefes de sección cuando muchos de esos jefes, en realidad, fueron a clase conmigo en los 80”, explica. Esos antiguos amigos de aula están ahora viendo cada vez más cerca su edad de jubilación. Suárez, sin embargo, está listo para empezar a ejercer. “Yo tengo muchas ganas de ponerme a trabajar y todo el hospital me apoya para que continúe”, agradece.

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Foto Angel