Noticias / Entrevista José M. Fernández Díaz-Formentí (p.1981)
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Esta Noticia fue editada el: 15-07-2019

Entrevista José M. Fernández Díaz-Formentí (p.1981) max-width=

(La Nueva España)

JOSÉ MARÍA FERNÁNDEZ DÍAZ-FORMENTÍ | Estomatólogo y naturalista

Una vida rica en sus dos mitades

"Pasé de la infancia a la adolescencia el día en que tomé mis ahorros para comprar una caja de Lego y los gasté en elepés de «Los Calchakis»"

Javier Cuervo.
-Nací en Gijón en 1963, en una familia acomodada. Soy el mayor de mis hermanos. César, Nuria y yo nos llevamos 4 años cada uno. Mi padre, César Fernández Iglesias, es ingeniero técnico y entonces tenía una empresa de montajes eléctricos industriales. Mi madre, María Dolores Díaz-Formentí, es ama de casa

- ¿Cómo es su padre?
-Nos marcó su patrón de trabajo y de objetivos marcados. Viajaba y estaba mucho en la empresa. Siempre tuvo mentalidad muy liberal. Mi trato con él fue muy bueno. Me dio un armazón emocional y referencial.

- ¿Y su madre?
-Fue una promotora cultural muy buena que sembró o intentó que brotaran en nosotros intereses de todo tipo. Hay otra persona importantísima en mi vida. Mi abuela materna, viuda desde poco antes de nacer yo. Vivió en nuestra casa. Se llamaba Enriqueta, pero la llamé Mimí y le quedó el nombre para todo el mundo. Era excepcional, extremadamente vital y positiva, una inyección constante de ánimo. Vivió para la felicidad de los demás. Tuve dos madres: mamá y Mimí.

- Primeros recuerdos.
-Nací en Cimadevilla, pero nos mudamos a la avenida del Simancas, hoy Pablo Iglesias, y en 1970, gracias a una oferta muy buena, a un décimo piso del primer edificio alto del muro, con una vista increíble de la bahía de Gijón. Ahí empiezan mis recuerdos. Estudié en el colegio Cisneros; en segundo de EGB fui al colegio Jovellanos y de tercero a COU, a La Inmaculada, no por una cuestión religiosa, sino por su prestigio educativo. Recibí una educación sin dogmatismos.

- Ambiente ideológico en su casa.
-Abierto al diálogo y las distintas formas de pensar.

- ¿Qué tipo de rapacín era?
-De buenas notas y disciplina autoimpuesta. Me marcaron algunas lecturas: "Tintín en el Templo del Sol" y unos libros que me traía mi madre de una librería especializada de Madrid, sobre la selva sudamericana y el mundo del jaguar. No me gustó el fútbol.

- ¿Cómo inicia su trato con la naturaleza?
-Soy hijo del Félix Rodríguez de la Fuente de "El hombre y la Tierra". Recuerdo los viernes, después de cenar, cuando veíamos juntos el televisor en blanco y negro y éramos felices mirando lo que estaba ocurriendo dentro de un tronco donde vivía un lirón careto.

- ¿Y con naturaleza al natural?
-A mis padres les gustaba salir a Las Xanas y alguna travesía en los Picos de Europa en plan dominguero. Los veranos de mi infancia en Anciles, una pequeña aldea la cordillera Cantábrica leonesa, luego lamentablemente sumergida por el embalse. Los amigos disfrutábamos libremente correteando por bosques, valles, ríos y montañas. Dejamos de ir hacia 1975. Mis padres compraron entonces una casa cerca de La Isla (Colunga). En 1991 compré una cabaña en el camino de Bezanes a Brañagallones. Para mí, la naturaleza es libertad, respetando sus reglas y sin dañarla. Llevo mal las prohibiciones, reglamentaciones, zonificaciones por motivos de conservación. Hay alternativas mejores, basadas en la orientación inteligentemente guiada.

- ¿Tenía amigos?
-Los más determinantes son de la adolescencia y la carrera.

- ¿Sabía qué quería ser?
-No. Mi asignatura favorita era la Biología Molecular. Para que vea cómo cambia la vida, lo que menos me gustaba era la botánica.

- ¿Qué adolescencia tuvo?
-Mi madre intentaba que recogiésemos su afición a la música. Cada 15 días traía un disco distinto. Cuando trajo "Las flautas indias", de "Los Calchakis", encontré unos sonidos nuevos y unos ritmos diferentes. Era la naturaleza vehiculizada por el hombre: las flautas de pan eran pedazos de caña con aire y el charango un caparazón de armadillo. Tomé el dinero ahorrado para comprarme una caja grande Lego, fui a Discoteca y lo gasté en "Los Calchakis". Así pasé de la infancia a la adolescencia en 1977. Mi madre me trajo el de "Los Incas" con "El cóndor pasa". Me interesé por las culturas que generaron esa música, leí cuanto pude durante unos años, hice un trabajo en primero de BUP.

- ¿Llegó lejos en su estudio?
-Sí. Mi madre me consiguió una beca de 80.000 pesetas para ir a Perú. Habló con Iberia para que nos dieran unos billetes y aceptaron a condición de que, cuando llegase allí, me hicieran una entrevista en la que diría que iba invitado por la aerolínea. Llegamos en el verano de 1979 a Lima y camino al hotel el delegado de Iberia me dice: ¿estás preparado para el concurso de mañana?

- ¿Qué concurso de mañana?
-Eso dije. Nadie me había dicho nada, pero me habían anunciado para participar en un concurso de televisión de audiencia similar a la que tenía aquí "Un, dos tres..." como un chico de Austria (sic) en España conocedor de la cultura inca. La primera semana te hacían 5 preguntas relativamente fáciles y luego, durante 5 semanas, una pregunta cada vez más difícil. Empecé a sudar frío.

- ¿Qué premio tenía?
-Si llegabas al final, "los 100.000 soles de Signal, la rica crema dental a rayitas". Cada semana, distintas empresas te hacían regalos. El día que empecé me asustó que al chico que estaba en la quinta semana le preguntaron cómo se llamaba el zapatero que le había hecho los zapatos a María Antonieta el día que la ejecutaron.

- Glups.
-Presentaba un excepcional Pablo de Madalengoitia, me metieron en una especie de cápsula espacial y contesté bien a todo. El concurso causó un revulsivo en el país porque hasta ese momento la cultura indígena tenía una connotación muy peyorativa. Me paraba la gente por la calle y recibí un afecto extraordinario, definitivo en mis gustos y mi devenir. He ido más de 26 veces y en agosto vuelvo. Lo considero mi segunda patria.

- ¿Llegó al final?
-Sí. La gran pregunta fue sorprendentemente sencilla: "Cuál era el límite norte del imperio inca". Era en el sur de Colombia, el río Ancasmayo. Era fácil para mí, pero la gente allí no lo conocía. Gané los 100.000 soles -treinta y tantas mil pesetas-, que cedí a los niños del hospital de San Juan de Dios en Lima.

-¿Tuvo adolescencia en la calle?
-Muy poca. Los fines de semana escuchaba música e intentaba tocar algún instrumento. Había una cafetería en Gijón, que llevaba "El Peli" y en el sótano nos juntábamos a tocar y a hablar de los Andes. Ahora lo repetimos, como Ayllu Astur una vez al mes.

- ¿Cómo eligió carrera?
-Hablé con un recién licenciado en Biología y me dijo que para lo que me gustaba, mejor estudiaba Medicina. Empecé la carrera sin vocación, antecedentes ni plan de dedicarme a la medicina clínica.

- Inicio frío para una carrera dura.
-Me fue gustando, sobre todo las asignaturas que explican el cuerpo humano, los tejidos, las células, la bioquímica, pero encontré un ambiente desmotivante en el departamento. En tercero de Medicina me interesaron las asignaturas clínicas para estudiarlas. En la rotación por el hospital confirmé que no me gustaba el estrés médico.

- ¿Qué inició su relación con Colombia?
-La empresa de mi padre tuvo que cerrar por unos años de crisis económica muy fuerte y unos parientes, los Espina, con negocios de hostelería en Sudamérica, le llamaron para ofrecerle echar a andar de nuevo el Hotel Caribe en Cartagena de Indias. Mis padres estuvieron allí de 1981 a 1989. Mi madre puso una boutique. Allí pasaron "los años más felices de sus vidas". Mi padre es hijo adoptivo de la ciudad.

-¿Y ustedes?
-Quedamos en Gijón con la abuela Mimí e íbamos dos meses y pico de verano a Colombia. Me apasionó todo, su entorno lleno de arrecifes de coral donde aprendí a bucear con botellas, y visité otras zonas: Perú, Ecuador, Bolivia, Panamá. Un año se hospedó en el hotel Miguel de la Quadra-Salcedo cuando hacía el programa "Aventura 92", hizo muy buenas migas con mis padres y fui de ayudante médico y de monitor en el segundo y el tercer viaje de los cuatro de Colón para llevar a unos 500 estudiantes de América y de España con clases de profesores universitarios. En el tercero el barco se metió por el Orinoco y fuimos al Salto Ángel en Canaima y allí llevé luego a mi mujer de viaje de novios.

Foto Angel